viernes, 25 de noviembre de 2016


DE SAN MARCOS A LA CATOLICA (1989)

¡¡Surquillo, San Juan, Surquillo, San Juan!!
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 9.30 p.m., paradero de la Avenida Universitaria… Pedro, Ana y cinco jóvenes más se atropellan por ingresar con prisa en el estrecho autobús.
¡¡¡LLEVAAA!!!
¡¡Surquillo, Miraflores, San Juan, Surquillo, Miraflores…!!
Pontificia Universidad Católica del Perú, 9.34 p.m., paradero de la Avenida Universitaria… Jennifer y Giovanni, sin mayor prisa, penetran al interior del atiborrado transporte, mientras éste reinicia su marcha con lentitud…
Todas las noches, de casi todos los días, Pedro, Ana, Giovanni y Jennifer cumplían un ritual que los igualaba: Apretarse codo a codo junto a una indistinta masa humana sin rostro, de olor confuso, y compartida incomodidad. Síntesis de promiscuidad. El autobús de la línea 74, Lima - San Juan, era su común acuerdo, y en las noches, al concluir las clases los cuatro jóvenes regresaban a casa abordando, probablemente, el penúltimo vehículo de la ruta, si no era ya el último, en impostergable regreso… al menos para Pedro y Ana, a quienes sólo quedaba la alternativa del transporte público, tentando el medio pasaje (que sólo se cobraba hasta las 11 de la noche). A diferencia Jénnifer y Giovanni, que de vez en cuando tomaban taxi, o los recogía su papá.
(Los días que siguen son un capítulo en la vida de los cuatro universitarios… de San Marcos a la Católica).
PRIMER DIA:
Ana: “¿Será?... creo que sí… sí, sí… cuánta gente, mejor me adelanto… Ay estos coj… ¡Oiga no empuje, ya vamos a subir!... pucha como aprietan…”
Pedro: “¡Ahí está!... ¡Chau cuñao! ¡Assumadre, ta’ recontra lleno!... ¡Oe, no te olvides de traer mañana el libro que te presté!... ¡Chaau!... ¡Por favor señores, ¿pueden avanzar?!...”
¡Surquillo, San Juan, Surquillo, San Juan!... ¡Suben Suben!... ¡¡¡LLEVAAA!!!
Ana: “¿Qué me dijo María?... ¡Ah! Ya me acuerdo, mañana no viene el profesor de Estadística. Qué vago ese tipo… pero está bueno. Lo malo que es un poco mañoso… se parece a Lucho… ¿Qué será de Lucho?... creo que se casó el muy idiota…”
Pedro: “Ese pata tiene cara de choro… mejor me guardo la billetera en otra parte. No vaya a ser que… ¡Permiso por favor! ¡Perdón! ¡Perdón!... ya está, aquí me quedo… ojalá se baje alguien y no suba una vieja… estoy más cansado… ajumm…”
¡Surquillo, Miraflores, San Juan! ¡Surquillo, Miraflooreees!
¡Suben suben! ¡Aguanta que están subiendo! Guarda con la germa cuñau… ¡¡¡LLEEVAAA!!!
Giovanni: “Ta’madre, cuanta gente… y cuánto serrano… ¿Cuándo me dará el carro el viejo?... seguro que se ha llenado en San Marcos… ¿Cuántos terrucos habrá?...
Jennifer: “Qué raro, por qué estará tan lleno el micro… voy a avanzar un poco más… perdón por favor… ¡perdón!... Ay que horrible, y como huele… qué cholos tan cochinos…”
¡Bajan! ¡Bajan!... ¡¡¡LLEEVAAA!!!
Ana: “Ese chico ta’ bueno… y me está mirando… ¡Ufff! Qué tales ojos… mejor me hago la sobrada, no vaya a ser otro mañoso… ¿Será de la Católica?...”
Pedro: “¡Qué rica hembrita!... media pituquita… parece medio sobrada… mira a la ventana nomás… qué bonito pelo tiene… ¡chessu! Cómo no se viene pa’ca…”
¡Avancen al fondo por favor!... ¡señor de amarillo, avance por favor!
Giovanni: “¡Ya, ya compadre!... carajo, serrano de mierda… ¿Y esa ruca? ¡Esa cara!... cara de pendeja tiene... voy a sonreírle… ta’ que, se me hizo la sobrada… a ver… no está mal… tiene buen culo… ¿Qué será de Toti?... me dijo que tenía que ir a la de Lima porqué tenía clase de recuperación…”
Jennifer: “El sábado hay tono donde la Puchi… ojala que Miguel pase a recogerme porque creo que el estúpido de mi hermano se va a llevar el carro… pero con qué ropa voy a ir… ya sé, le voy a decir a Jéssica y a Moni que me acompañen a Camino Real. He visto un pantalón de lanilla bellísimo...”
¡Suban de la puerta por favor! ¡La bajada es por delante! ¡¡¡¡¡LLEEVAAAAA!!!!!
SEGUNDO DIA:
Ana: “¡Al fin!... está medio vacío…”
Pedro: “¡Suben, suben!... ¡Oe cuñao no te vuelvas a olvidar pee!... ¡Chau!...”
¡LLEVA OE!
Jennifer: “Ay por fin… ¡Nos vemos Moni, no te olvides, mañana a las tres… le pasas la voz a Jéssica!... chau…”
Giovanni: “¡Vamos compadre, ahí viene el carro!... qué raro que te vas en esta línea… ¡Ah! Te vas a la casa de tu hembrita… oe zambo, creo que tu enamorada es amiga de la mía ¿no?... ¡de Tóti pues!... mi flaca, ¿te acuerdas?”
¡Los que bajan en Sucre vayan avanzando! ¡Con sencillo por favor!
Ana: “Ahí está el churro… y su pata no está mal… son de la Católica… que bien se visten… me gusta su camisa… y sus ojos… ¡Ay, me está mirando!... mejor no le sonrío más sino va a pensar mal… creo está medio palteado por su pata…”
Pedro: “Ahí está la chica de la Católica… qué bonita es… es perfecta… seguro que tiene enamorado… pero no me mira…”
Ana: “¡Ay!.... Se acerca... ¿y su pata?... creo que ya se bajó… ¿ahora qué hago?...”
¡Oe chochera sube arriba pe! ¡Avancen por favor los que bajan en Brasil!
Ana: “¿Sí?”
Giovanni: “… ¿No te conozco de alguna parte?... claro, seguro que tu estudias en San Marcos… ahí te he visto… ¿Cuál es tu nombre?...”
TERCER DIA
Ana: “… Te cuento, ayer conocí un pata bien churro… es de la Católica… se llama Giovanni… ¡Sí! Y hoy día hemos quedado en vernos en el micro… ¡Ay! Ahí viene el carro, chau chau… mañana te cuento…”
Pedro: “…Creo que es el mismo carro de ayer… ojalá me vuelva a encontrar con la chica de la Católica… mañana hay un recital de poesía… ojalá nos pasen la voz para tocar con el grupo… por si acaso voy a traer la quena…”
Giovanni: “… ¿Será?... ¡Hola!... chesss ¿cómo se llamaba?... qué tal tus clases… qué me dijiste que estudiabas… ah, contabilidad… y en qué ciclo estás… osea que recién que recién estás agarrando cursos de facultad… ¿vas a tu casa?... te acompaño…”
Ana: “¡No!... no, no te preocupes… por qué no vas a mi universidad mañana… claro, a las seis… no tengo clases importantes… además los profesores están faltando… creo que quieren hacer huelga, no sé…”
Jennifer: “… Ay esta Jéssica, mañana la mato… estos tres chicos estaban buenísimos… y nosotras sólo éramos dos. No importa hemos quedado para el sábado… pero qué le digo a Miguel…”
Pedro: “…Creo que es ella… qué bonita… ¿Y si me acerco?...”
Jennifer: “… ¿Y este tipo?... ay qué miedo como me mira… de repente es un ratero… medio sonso parece con esos lentes… al fin un asiento…”
¡BAJAN BAJAN BAJAN BAJAN! ¡DALE NOMAS!
Pedro: “Cómo hago para buscarle conversación…”
Giovanni: “Mañana me llevo a esta pacha al Estadio de San Marcos, me han dicho que es propicio pa’ un plancito… ¡Uf! Ojalá que haya apagón…”
Ana: “Qué lindo es… mañana le cuento a María…”
Jennifer: “Tengo que armar algunos bastidores para practicar… ojalá que este año me incluyan en la exposición anual…”
CUARTO DÍA
¡¡¡Surquillo San Juan, Surquillo San Juan!!!
Pedro: “Para donde vas cuñao… ah… pero este carro te deja cerca, ¿vamos?... ¡Suben suben!... hola… sí, es una hembrita que siempre va en el mismo carro que yo… pero ahora seguro que va a subir un hembrón cuñao… ta’ qué rica es. Creo que me he templao, por mi madre…”
Ana: “…Este chico siempre va en el mismo carro que yo; creo que va a San Juan… Qué pena que no haya venido María, para contarle… seguro que se muere… pero qué mandado que es Giovanni… ¿no será un vivo?... ay no, si tiene una carita linda… además no creo que tenga enamorada, con lo ocupado que está… ¡me ha dicho que me va a enseñar su casa!... parece de plata… ¿Dónde me dijo que vivía?... en Chama creo… ¡me gusta un montón!
Jennifer: “Uff, ahí está otra vez ese cholo… qué querrá… creo que es de San Marcos… me mira con una cara de enfermo… y su pata, que huachafo… voy a decirle a Miguel que venga un día de éstos… Ahora que me acuerdo, tengo que comprar cartulina ‘canson’…. mañana tenemos reunión en la cafeta de artes con el grupo de diseño… no he podido hacer nada… voy a ver si mando hacer el trabajo… me da flojera agarrar la computadora… y ese enfermo me sigue mirando…”
Giovanni: “Mejor espero el próximo carro… me voy a esconder bien para que no me vea la ruca… mucho roche, todos los días con la pacha esa en el micro… no vaya a subir la Toti o una amiga de ella y me jodo… además no quiero que se me pegue mucho la cojuda… mañana o pasao me la agarro… un par de polvos y chau… después no me vaya a causar problemas… voy a ver si le pido el carro al viejo o me la llevo al hostal… pero no quiero gastar mucho billete… parquezaso nomás… no, tiene que ser un buen polvo. Creo que ahí viene el micro… me voy a esconder… ahí está… me está buscando… Ta’ buena esa hembra que sube, creo que es de artes… Ya se va el carro... ojalá no me haya visto”
Ana: “No está… me dijo que tenía una reunión de grupo a las ocho y media… de repente todavía está reunidos… ojalá mañana venga a la universidad… Quiere llevarme a mi casa… pero yo no quiero que vea mi casa… ya sé, le voy a pedir que me acompañe a la casa de mi tía en San Juan, es más bonita... así no se asusta… porque parece que tiene plata y seguro se va a desilusionar cuando vea que vivo en Pamplona Alta…”
QUINTO DÍA:
Ana: “Giovanni, me gustas un montón… no te rías, no seas malo... ¿Qué vas a hacer este fin de semana?... mañana tengo clases… pero, ¿por qué no en la noche?... tengo una pollada con unos amigos… qué te parece si vamos… no, no puedo faltar mañana en la tarde a la universidad… pero qué vas a hacer en la noche… bueno está bien… entonces nos veríamos el lunes… ¡Ahí viene el micro!... ¿tú no vas?... qué, te vas a quedar en San Marcos… bueno… entonces hasta el lunes… chau… cuídate…”
Giovanni: “…Chau, chau… Al fin se fue… chau…. Mucho “roche” es andar con ésta en el micro como si fuéramos enamorados… carajo, creo que se me ha templado… y ahora cómo hago… yo quería venir a buscarla mañana en la tarde para llevármela al hostal ese que me recomendó el chino Willy… pero mejor que no haya pasado nada, porque después llego tarde donde Toti… ojalá que mañana me preste el carro el viejo… desde que lo choqué con los cojudos de la academia, no quiere saber nada de prestármelo… ¡Ahora que me acuerdo! Tengo que sacar unas copias, voy a aprovechar que estoy en San Marcos para sacarlas barato… ojalá que esté abierto alguno de esos huecos… con tal que no haya terrucos… puta qué fea universidad… pero tienen una buena cancha… cuantas parejas, parecía la playa… y bien oscurito… me faltaron manos para agarrar a la pacha… a lo mejor el lunes o el martes me la llevo… ¡Esa no se me escapa!”
Pedro: “…Hola… tú vas para San Juan ¿no?... ah, en Pamplona… ya… creo que te llamas Ana ¿no?… yo me llamo Pedro… mucho gusto… ya, nos vemos.
Voy a acomodarme cerca de la puerta porque creo que va a subir la hembrita de la Católica… voy a ver cómo le busco conversación… qué le digo… ¿Te conozco de alguna parte?... no... Hola, cómo te llamas... no, tampoco… señorita, disculpe, ¿tiene hora?... no, qué cojudo… señorita, desearía conocerla un poco… no, no… carajo, cómo le hablo… ¿Tú no eres María?... no…”
Jennifer: “¿Cómo se llamaba?... ah, Arturo… idiota, recontra sobrado… ‘mi papá es dueño de una galería de arte’… ¡idiota! como si yo me voy a acostar con un tarado sólo por una ridícula exposición… me hubiera gustado decirle que mi papá es dueño de una hacienda ganadera y que tenemos casa en Miami… estúpido, qué se ha creído… y Miguel es otro idiota, se la pasa con besos y manoseos… no es como Ricardo, él sí que sabe hacer las cosas… ¡qué noche!... ay, otra vez está ese cholo estúpido… pobrecito, creo que le gusto… pero es horrible, y se viste bien pacharaco… Jajaja, se parece al serrano ese de Derecho, recontra atorrante… y con sus lentes de John Lennon… pero éste debe ser más misio… mejor no lo miro más… no vaya a creer otra cosa. Mañana le digo al idiota de Miguel que venga a recogerme…. Felizmente falta poco para llegar a Miraflores… ya estoy harta de esta situación… ¡carajo! cuándo mejorarán los negocios del viejo…”
SEXTO Y ULTIMO DÍA:
Pedro: “Hoy la voy a a conocer cuñao, vas a ver… esa hembrita es mi ilusión… y dentro de poco te la voy a presentar… creo que es de artes… tiene unos ojos hermosos… ayer me mandó una mirada y después se sonrió… creo que le agrado un poco… ya sé lo que le voy a decir… ayer me enteré de su nombre por un pata que subió al micro ya la llamó… ¡Ahí viene el micro! ¡Chau cuñao, después te cuento!... Ta que se ríe, ya vas a ver.”
Jennifer: “¡Pucha! Otra vez lleno…. Ya estoy harta…. Creo que le voy a decir a mi viejo que me venga a recoger más seguido… ¡permiso por favor!... ay, el cholo enfermo me está mirando…”
¡¡¡LLEVAAAA!!!
Jénnifer: “… ¿si?... me llamo Jennifer, ¿por qué ah?.... qué, ahhh…. Perdón, voy a avanzar… hasta luego. Ojalá que me vuelva a hablar…. Pero que tal estúpido… qué se habrá creído”  
Ana: “… que bueno, un asiento…. Dónde estará mi amorcito…. No lo veo por ningún lado…. qué pena que no esté aquí… bueno, no me aseguró nada… voy a ver si duermo un poco… yo creo que esta noche me quedo en mi casa… no pienso sal… ¿qué?... ¿ese no es Giovanni?.... pero…. está con una chica…. ¡Giova…! ¿qué hace abrazándola?…no, ¿qué?...  eres un desgraciado Giova….” 
Pedro: “… disculpa Jénnifer, no te dije mi nombre, me llamo Pedro y… “
Jennifer: “Perdone señor, yo no lo conozco ni me interesa su nombre, así que me disculpa… y por favor, no me moleste más.”
Pedro: “… Bueno… yo… disculpe señorita.”
Giovanni: “… Ven mi amor, vamos a buscar un sitio…. ¡Chucha, la ruca!... ¿ahora qué hago?... voy a besar a Toti, a ver si se da cuenta y ya no me jode más….”
Ana: “…pero…. ¿por qué me hace esto?... yo pensé que…”
Giovanni: “… ¿me quieres?.... yo también mi Toti…. oye, me acabo de dar cuenta que me he olvidado algo…. ¡bajan, bajan!.... ven, vamos… ¡bajan! ”
Pedro: “…¡Mierda!…. mejor me bajo… ¡bajan!”
Ana: “ …Giovanni, eres un maldito…. ¡te odio!.... ¡te odio!...”
Jennifer: “… pobre cholito… no sé…. creo que voy a terminar con Miguel… Ricardo me ha ofrecido llevarme a Miami…. pero por qué no querrá mostrarme dónde vive….”

¡Surquillo, San Juan, Surquillo, San Juan!.... ¡¡LLEEVAAA!!





viernes, 2 de septiembre de 2016

LA  LEVA 

 

El aire frío que a esa hora recorría la ciudad, contrastaba con el cielo azul y el sol brillante que dejaba en la gente una sensación de desasosiego, por lo extraño que resultaba que, en una tarde tan soleada, el ambiente se enfriara tanto. Era como si la noche hubiera llegado sin darse cuenta que el sol estaba todavía alumbrando, o era presagio de algo malo…
A esa hora los jóvenes salían a enamorar o a ver como otros enamoran, y cubiertos por las últimas luces se preparaban, entre charlas y paseos, para la noche. La plaza de armas y sus alrededores lo eran todo: era el cine, eran las tiendas, era la banca donde se podía esperar a la novia y era la iglesia a donde ir cuando la vida no marchaba muy bien. Y Huamanga de 1970 era un pueblo de jóvenes, también de cosas viejas y mucho anacronismo, pero lleno de jóvenes y de palabras fuertes.
Fue domingo, lleno de perfume y colorido, fue domingo de cine Cáceres o Municipal. No el Cavero, ése es para los “pituquitos”. Fue un domingo antes de la fiesta de carnaval. Iría a llover o… no sé por qué este frío…
De pronto la plaza fue rodeada por sus cuatro costados por grandes camiones rusos LA, del cuartel “Cabitos 51”. El Alférez Mortrich gritaba como loco, mientras, como una gran red, la tropa empezaba esa gran cacería que le llamaban “Leva”. El correteo era general y no faltaba el llanto de la enamorada o la amiga que creía no volver a ver más al desdichado. Al final de la operación, que no debía durar más de quince minutos, uno o dos camiones partían llenos con su carga humana, indocumentada y recién capturada.
Segundino Centeno fue uno de los que a empellones tuvo que subir al verde camión. Cuando llegó al cuartel no le preguntaron mucho porque no sabía hablar castellano, y su “quichua”, según el cabo Telésforo, era muy raro. –“Más bien parece quichua de la selva”- fue lo que dijo Iván Condori, y “Segondino”, que así decía llamarse, cuando no estuvo castigado, porque durante los primeros días intentó desertar y gritó mucho, se dedicó luego, con especial esmero, a  realizar labores de limpieza, a conocer el manejo del FAL, a marchar bonito y aprender a ser “civilizado”, porque se le obligó contestar en castellano, y a no “oler como serrano” (“el Segundino fue amansao, oe”).

Un día que pudo al fin comunicar sus sentimientos, no dijo nada, no quiso decir nada. Constantemente insultaba en “quichua”, pero como nadie le entendía se reían mucho y por eso le decían “indio loco”. Después de tres años, Segundino ya era cabo y no hablaba mucho, trabajaba con el cocinero, y ocasionalmente barría la cocina y la panadería, argumentando que así tenía más para comer.
Unos días antes de obtener licencia definitiva, porque ya no quería seguir “reenganchándose”, Segundino quiso llevar a cabo su venganza por mucho tiempo planeada, había masticado ese odio los tres largos años de encierro que le llevó aprender a ser “civilizado”… ni Cristo ni el Perú eran ahora suficiente razón. Sin que notara el cocinero ni el jefe de rancho, echó un poderoso raticida a la paila de tropa y a la olla de oficiales…
Fue una tarde, como aquella otra, tres años atrás; Segundino Centeno, sin Libreta Electoral, sin partida de nacimiento, pero con un papelito de su tío Taricuarima, había venido de muy lejos a la capital con su hijo pequeñito, a buscar cura para su mal… (Taita, se me moría la guagua).
Lo había dejado en una caja abierta, con su ponchito enroscado, junto a una banca de la Plaza de Armas, mientras le iba a preguntar al soldado que venía hacia él, dónde quedaba esa dirección del tío Celestino que decía en el papelito (Taita, yo sabía quese siñors soldado era una autoridad). El soldado sin mediar palabra lo capturó y Segundino insultó, pateó, hizo gestos, dijo muchas lisuras… lloró… lloró… Pero luego se puso a pensar que alguna gente buena lo iría a recoger y curar y entonces él saldría a buscar a su guagua y …
El niño murió esa noche, de hipotermia, y Segundino se enteró de casualidad un día que, buscando papel para pintar las cuadras, vio la foto de su guagua en un titular de un diario local; había palabras que no entendía… pero sí entendió la muerte y el dolor que guardó para más adelante… (Yo no era así tatitita).
El sol sobre los cerros apresuraba su marcha, mientras la tarde del 15 de enero de 1973 se deslizaba tan fría como aquella otra de hace tres años, presagiando males y matando a los niños de pulmonía.
(Papay, ahora mi guagua descansa… y qui mi importa lo que conmigo pase…)





miércoles, 6 de julio de 2016

ENCUENTROS: SEIS*


El hombre, ya hombre, pero menos humano aún, deambula en bandas por las quebradas cálidas de las sierra andina, persiguiendo frutos de estación y carne huidiza. De cuando en cuando coge insectos a la mano y hurga las aguas por peces y moluscos.

Pero el hombre aún no se ha encontrado con su palabra, aún no sabe rezar, y por ello seguramente es libre.

Y una mañana, se cruzan sonidos en el aire, brotan sonidos del agua, corren sonidos por la pampa altoandina y por los ríos raudos que bajan murmurando la buena nueva al oceano oscuro y frío. Y el hombre descubre que cada cosa tiene un sonido en la tierra, aún la roca cuando esta quieta tiene un sonido de avalancha en reposo, y cada roca unida a cada roca, tienen un aura de bulliciosa quietud.

Así, de pronto en medio de la nada surge una palabra, y el hombre se encuentra con el hombre; y surge otra palabra, y el lenguaje se apropia del hombre y el hombre se apropia de la vida. 


Y de pronto el encuentro se hace posible por la palabra, porque no somos nada de lo que somos sin ella.

El lenguaje nos ha creado y nosotros hemos recreado la vida.





* del libro: ENCUENTROS



martes, 5 de julio de 2016

ENCUENTROS: CINCO*


En la esquina, paradero de la esquina de Benavides con Alcanfores, calle con calle, día con noche: el atardecer; ella espera al hombre que no llegará, él espera que se canse ella y después de cruzar miradas furtivas le acerca sus palabras envolventes.

Él le pedirá venir otro día, al mismo lugar y a la misma hora, y ella le dirá que sí sonriendo desdeñosamente y marchándose con una sonrisa que alivia la frustración.

Otro día, en la esquina, paradero de Benavides con Alcanfores, calle con calle, un poco después de acabado el atardecer, él espera impaciente a la mujer que le dijo que venía, pero que nunca llegará.

Una prostituta, más allá, sacará provecho de este desencuentro en medio de tan cíclica frustración. 





* Del libro de cuentos ENCUENTROS





lunes, 27 de junio de 2016

ENCUENTROS: CUATRO*


En medio de la tormenta el solitario observador, que otea su visión finita desde una cumbre andina, ha recibido el fuego de los cielos, y con la prueba de la ofrenda corre a mostrarla a su pueblo, pero la lluvia apaga la llama y sale el sol para quemarle la espalda. 

Se oscurece el río colmado de barro y la semilla rompe para prolongar la vida.

El ave anuncia la noche y el viento trae la nube y la nube trae más lluvia y el hombre que lo observa todo, en un encuentro maravilloso, el primero, el que redescubre la naturaleza para él, descifra el enigma, aprende el lenguaje, creyéndose elegido para ser portador del magnífico portento y dirigir la existencia de los otros hombres, que sólo temen y deambulan aún guiados por el instinto.

Entonces el observador se presenta un día con su sabiduría y pide atención a su magia, despliega su arte y obtiene veneración y entrega.

Y el maravilloso encuentro entre hombre y naturaleza se instrumentaliza para dominar.

Ese día, reunidos en torno al fuego traído por el observador, él contará historias de como los dioses le han trasmitido la verdad y cómo deben seguirlo para no provocar su ira. Y a partir de ese día el mirará desde arriba y el resto habrá de ser sólo el resto que se quedó sin observar.   


* Del libro de cuentos: ENCUENTROS      




jueves, 23 de junio de 2016

ENCUENTROS: DOS*


El primer encuentro, el que ocurre entre las preguntas y las respuestas, entre el temor al vacío, a la nada, a la soledad y la búsqueda de seguridad. Entre el ser diverso y el ser, que se quiere universal.  

En un huerto perdido, plantado por Wiracocha o Michambó, con luz recién puesta y árboles de utilería -narra un misógino anónimo- la hembra, movida por Lucifer, entrega el pecado al runa manso que, cual hoja que lleva el viento, carece de voluntad para dirigir su destino y decir no cuando dijo que sí.

Estaba escrito en el libro de los mitos y en la palabras que se vuelcan de lengua en lengua, creadas y recreadas por los sucesivos machos, que habría de ser hembra la culpable y dizque de su mano empezó a joderse todo, por obra de un engendro de Inti, Ahriman y Seth confundidos.

Hasta se nos fue la luz que alumbraba todo el día y los árboles de utilería se retiraron, para dejarnos en la vía, sin paraíso y sin comida y animalitos dóciles a la mano... pobrecitos.    

Pero no, no fue la hembra, que aprendió el arte de decir sí y luego decirle al macho: ¡Desgraciado, te aprovechaste!

Ni fue el macho, que aprendió a quitarle el alma a las hembras, para divertirse con su cuerpo. 

¡Fue ese!, un Brahma andino, ese señor igual a Pan-ku, ese ser a quien se le atribuye todo, el que armó el tinglado. Ese al que le salió mala la obra y le echó la culpa a la mujer. A ese, que llamamos de muchas maneras: Yaveh, Alá, Wiracocha, Krishna o simplemente dios, es a quien hay que pedirle cuentas por armar tanto alboroto (o quizás son los libretistas, que han creado todo y para ganarse los créditos, nos vienen a decir ahora que él se los contó todo).

Pero, en medio de toda esta confusión, quien me da más pena, en la versión de ultramar, es la pobre serpiente -encuentro más triste el que se le atribuyó- y pensar que no tuvo nada que ver en el asunto. Porque en realidad fue el mono que cortó el fruto del casho y se lo lanzó a la cara del hombre, envidioso porque el supremo lo dejó a mitad de camino en la evolución.

* Del libro de cuentos: ENCUENTROS










lunes, 6 de junio de 2016

COSAS DEL MALL




Algunas tardes de febrero, Miguel, Jorge y Diego llegaban al centro comercial, buscaban una banca libre en el pasadizo y con extraña dedicación iban valorando los cuerpos de las mujeres, en el entendido que la mayoría de ellas había gastado sumas importantes de dinero en lograr obtener ese físico que llamaba su atención y la de cientos de muchachos que acudían al mall, sólo para ver a las mujeres más hermosas que había en la ciudad y que solían frecuentar esos pasadizos amplios y fríos, que ellos apenas lograban calentar.

Luego de algunos meses de enfermizo afán, Diego decidió ser cirujano plástico, Jorge consiguió trabajo en una de las tiendas del lugar y Miguel perdió el interés por las mujeres, mas no por su vestimenta, ni por aquello que las embellecía a los ojos de los hombres. Fue entonces que empezó a fijarse en los chicos que pasaban por el lugar y a ir sólo. Hasta aquel día en el que tuvo una epifanía, cuando vio por primera vez a Gustavo, quien en adelante sería el motivo de sus visitas al mall y el motivo por el cual Diego se alejaría definitivamente de Miguel.

Muchos años después, cuando ya no había más recuerdo que la distancia, Diego vio pasar a Miguel de la mano de Gustavo y quiso llamarlo, pero al parecer no estaban interesados por él, que no había logrado ser cirujano y recorría el mal a diario deleitándose con las niñas del centro comercial.

En la tienda en que trabajó Jorge, disfrutando de probar zapatos a las mujeres, que apenas logró vender, ahora funcionaba una heladería. Nunca más se volvió a ver a Jorge por el lugar.  

Todas las tardes de febrero Diego llega al mall, pero pronto ya no lo hará, porque uno de estos días el supervisor de seguridad del centro comercial  descubrirá que suele masturbarse en los rincones oscuros, desde dónde atisba todo, con esa mirada de vigilante del lugar, pensando “la diversión ya no es igual”.