martes, 20 de noviembre de 2012

EL TIEMPO POR GUSTO VIENE Y VA

Juan conoció a María ayer y hoy quiere hacer el amor con ella , pero María no quiere ir tan rápido y por eso Juan siente que pierde el tiempo con María, al mismo tiempo María siente que la relación con Juan no es segura, porque cree que Juan busca algo pasajero, como resultado, ambos se alejan.

Al día siguiente María conoce a Pedro, pero Pedro, después del tercer día no le ha dado señales a María de querer acercarse a ella y luego de una semana María siente que pierde el tiempo con Pedro. A su vez Pedro no quiere nada formal y se acerca a María sin ningún interés de formalizar algo, pero el apuro de María asusta a Pedro, quien luego de un tiempo se aleja, temiendo que María haga algo para retenerlo o lo fuerce a tomar decisiones para las cuales aún no está preparado, pues Pedro quiere únicamente una compañera a mediano plazo que no involucre sentimientos de por medio. 

Lucho es un caballero que ya pinta canas y busca una mujer que sin ninguna prisa y con seriedad esté dispuesta a formalizar una reunión. Una noche conoce a Lucía, una chica joven que le ofrece amor rápidamente, sin ningún compromiso y sólo con el afán de divertirse, pero luego de un tiempo Lucho siente que pierde el tiempo porque Lucía no es tan seria y se aleja de ella

Por su  parte Juan, luego de dejar a María acaba de conocer a Betty, a quien supone una chica fácil, una mujer moderna que no se hace problemas de llegar a la cama rápido, y según funcione para Juan, él puede mantener esa relación, pero lo que no se da cuenta Juan es que Betty, durante las noches es prostituta y que no le interesa otra cosa que vender su cuerpo, sea a corto plazo o a largo plazo, para quién esté dispuesto a mantenerla a ella y a su hijo de cinco años. Al darse cuenta Betty que Juan quiere un romance rápido y gratuito (quizás sólo con la inversión de algunas cervezas), siente que está perdiendo el tiempo y llegado el momento se lo plantea a Juan, quien se aleja.

Tiempo después Lucho conoce a María, Juan conoce a Lucía y Pedro encuentra a Betty y cada cual encuentra que el tiempo ha empezado a moverse según sus deseos, hasta que la vida les ofrezca otras oportunidades o surjan distintos intereses en cada uno de ellos.  


      

viernes, 26 de octubre de 2012

“NUESTRO SEÑOR JHAIN”

El año 1549, en el flamante Virreinato del Perú, el recién llegado capitán Diego de Peralta, gracias a una generosa dote brindada a la iglesia con piadoso desprendimiento, se  agenció de una entrada y posterior asentamiento al territorio de los antis, también llamados chunchos. Que por cierto era empresa muy temida entre naturales y peninsulares.

Acompañado de dieciocho castellanos (entre los que se contaban un escribano y un clérigo),  dos negros angoleños (de los primeros que llegaron) y treinta indígenas cusqueños, el 08 de abril de 1550, partieron con rumbo oriente del valle de Urubamba, siguiendo el camino Inca.

El viaje fue penoso, más por las enfermedades, el calor y lo accidentado del territorio, que por el ataque de los nativos, quienes se limitaron a seguir a prudente distancia y ocultos entre la enmarañada vegetación al grupo de invasores que portaban armas de cuyo ataque ya conocían los chunchos, lo cual no fue obstáculo para que al caer la noche eliminaran con dardos venenosos a los indígenas que se retrasaban o los que mostraban signos de autoridad.

Luego de seis semanas, en las que se produjo la muerte de un peninsular y nueve indígenas, el capitán Diego de Peralta, sin mayor dificultad ni resistencia, hizo su entrada a una población nativa, bastante poblada y muy bien construida, lo que resultaba extraño en una región así.

Esta era una etnia muy bien organizada, de gente pacífica, aunque un tanto desconfiada, que tenía una religión similar a la cristiana y un profeta que a los hispanos les hacía recordar a Cristo.

Sus gentes eran monógamas y muy temerosas de Dios, tenían templos con cruces por todos lados y sacerdotes gordos y bien fornidos. Todos vestían túnicas blancas o marrones y un cinturón de cuerdas que les daba varias vueltas, con el que algunos se flagelaban en la plaza central del pueblo. En los pies llevaban unas sandalias de cuero y la cabeza siempre la tenían cubierta.

Estas costumbres, hacían recordar a los franciscanos, pero buscando no hallaron ni uno solo, ni vestigios de su presencia y se asombraron mucho; más al saber que habían logrado toda esa riqueza espiritual sin escritura y sin presencia alguna de guerreros o armas poderosas.

Pero pasada la sorpresa y superada la curiosidad, los castellanos recordaron que el objetivo de su empresa era el de conquistar y obtener riquezas de estas tierras, someter a los naturales a la corona española y  evangelizarlos. Sin embargo se encontraron con que la posesión había resultado demasiado fácil y con que la evangelización podía resultar tarea imposible e incluso inútil ya de realizar.

Y así fue; no hubo reparos para aceptar la presencia extranjera en el poblado nativo, y menos aún resistencia para aceptar la nueva religión, que para los indígenas no era tan nueva. Pero lo que no quisieron aceptar es que se les cambiase los nombres a sus símbolos sagrados, y que se les pretendiera imponer un rey ajeno al suyo propio.

Y ese fue el pretexto para empezar una gran matanza y extirpación de lo que llamaron idolatrías. En el informe que presentaron el capitán y el padre dominico que acompañó la expedición decía entre otras cosas que “habían hallado entre una población indígena de la región de los chiriguanas, un culto pagano que ofendía grandemente a Dios y a la iglesia porque resultaba una vulgar parodia de la religión verdadera y de sus sagrados símbolos”.   

Y ello porque resultaba que entre la parafernalia ritual de esta etnia habían objetos y conceptos que se asemejaban mucho a los cristianos, pero que por ello mismo fueron considerados insultantes  “entre las cosas abominables que hallamos, entre estos indios llamados Jhaivas, es que habían cruces, pero estas se encontraban vacías, su dios que tiene el nombre de Einyee, (que significaba el que es) no tiene forma y nadie lo ha visto, no tienen escritura ni leyes, escritas, pero tienen unas tablas con símbolos paganos que sólo los sacerdotes saben leer; tienen además imágenes de hombres a quienes consideran santos pero están horrendamente desnudos y con rostros fieros”.

Haciendo uso de estos argumentos, los castellanos se deshicieron de esta etnia y, con o sin razón, se hicieron de estas tierras. Y así lo contaron, para quien quisiera escucharlo, en Cuzco, en Lima o en la Metrópoli

Pero no contaron toda la verdad.

Que cuando llegaron los diecisiete castellanos, aquella tarde fresca de mayo a ese poblado llamado Bethania, en el corazón de la región de los Chiriguanas, en la frontera entre Paraguay y Bolivia, encontraron un pueblo que tenía las mismas creencias religiosas que los cristianos y sus mismos valores morales;  Sólo que había un detalle, y es que estos Jhaivas estaban ocupando el mismo espacio que los españoles querían reclamar para sí y ello representaba suficiente pecado como para sufrir el castigo de la sumisión.

No contaron además que Jhain les había enseñado que el hombre no debe humillarse ante el hombre y jamás debe dar la otra mejilla ante el golpe dado, debe luchar por lo que es justo, sobre todo, cuando ya se ha ofrecido amor y éste no es correspondido o es defraudado. Y que este Jhain a quien llamaban el hijo de dios estaba vivo y andaba gobernando la tierra envuelto en su túnica blanca.       

No contaron finalmente que Jhain fue ejecutado luego de un juicio sumarísimo en el que un castellano iletrado fungió de abogado defensor y el padre dominico de fiscal acusador.

Aquella vez la masa indígena se sublevó y lanzándose al monte tomo las armas en contra de los peninsulares, pero la decisión del capitán Diego de Peralta de crucificar a Jhain calmó al gentío que consideraba esta forma de muerte como un paso a la eternidad. Por ello la masa volvió al pueblo y empezó a recibir con menor resistencia la nueva religión, que creció en importancia, mientras iba disminuyendo la población.  

Hoy puede apreciarse aún, en lo que fuera Bethania, restos de una iglesia construida sobre los cimientos del templo indígena y a unos cuantos descendientes de nativos, que usan sotana, y que de vez en cuando confunden la palabra Jesús por la palabra Jhain y le rezan a sus ídolos que están colocados tras los santos y altares del culto oficial.

Incluso los cuadros en los que se ve a Cristo crucificado tienen la cara de Jhain y narran las leyendas nativas que el hijo de dios resucito al tercer día y se fue hacia el levante de donde había venido muchos años atrás, cruzando el gran lago furioso en un trono de madera y telas... 






TRAVESIA DE LA SEMILLA

En la sierra andina del Callejón de Huaylas, en el Perú, allá por el árido mes de agosto, en la segunda época, después del Hunu Pachacuti, andaba una semilla de maíz recorriendo valles y montañas con su pequeña varilla mágica que le había dado tayta Inti para encontrar su destino.

Venía de Ayak’uchu, donde no pudo encontrar campo fértil, sino únicamente la violencia de la tierra. Había bajado a la costa pero sólo encontró arenales y más arenales, el desprecio de la sal y el soplido frío del mar. 

En la selva casi se pudre porque había mucha agua y ya estaba cansada de tanto andar y de sentir tan pegado al cuerpo el insoportable calor. 

Entonces, cuando pensaba depositarse en cualquier lugar húmedo y fresco, para seguir viviendo o morir, encontró una semilla de papa, acompañada de un pequeño grano de kiwicha, que también andaban en peregrinación buscando un lugar para depositarse. 

En esa época, de los orígenes de las cosas del mundo, las semillas eran diferentes a las que tenemos ahora y además no se conocían mucho, porque no viajaban.  
La semilla de papa al ver a la semilla de maíz le preguntó a dónde iba: "busco un lugar donde crecer", le dijo. Y las dos semillas viajeras le contaron al pequeño grano de maíz que ellas se dirigían a un lugar llamado Ccosco y que si quería podía venir. “Allí la tierra es buena y los hombres han comenzado a mejorar nuestras condiciones de vida; ya no dependemos de la lluvia”, dijo la pequeña Kiwicha. “Sí, y encima nos echan abono”, añadió la informe bolita de papa.

Así fue, y se dirigieron al Ccosco. En el camino encontraron a muchas semillas más que, como ellas también, iban en peregrinación buscando buena tierra, agua y alimento.

En su viaje a la tierra deseada descubrieron además las manos hábiles del agricultor, que acariciaba sus cuerpos, los protegía, alimentaba y extraía sus frutos con respeto y consideración.

Muy pronto el hombre hizo alianza con más semillas, ya no sólo en el Ccosco, también en la costa, y en las zonas andinas. De todas partes salieron de su milenario encierro e injusta marginación semillas de calabaza, frijol, cañihua, tomate, pallar, ají, quinua, oca, camote y otras tantas que recorrieron kilómetros de kilómetros para dejarse conocer. 

Fue la revolución de las semillas. Y el hombre se benefició, no sólo por escuchar sus propios requerimientos y necesidades, sino además por saber escuchar a la naturaleza y hacer productiva alianza con lo que ésta tenía que ofrecer.

Así, en los últimos días lluviosos de marzo, los hombres de una comunidad andina pudieron ver a la semillita de maíz crecer hasta el cielo, en un chacra arada por sus propias manos, y mientras otras semillas más crecían, pudieron dedicarse a fructificar la simiente de sus hembras, reunirse a contar historias y a dejar sus huellas en el barro y la piedra, asentándose por siempre a un costado de la prodigiosa siembra.

En el mes de junio, en un memorable reencuentro, las semillas de maíz, papa y kiwicha se reunieron en la mesa de una familia y escucharon ensimismados las palabras que hombres y mujeres de diferentes edades se decían, todas de agradecimiento, todas de gran esperanza, todas con fragor de tierra útil. 

Y fue feliz la vida porque halló el alimento permanente, seguro y renovable.

    


domingo, 2 de septiembre de 2012

MI MUJER ME PEGA

-           A mí... mi mujer me pega.
-           ¿Qué habrás hecho pues hombre?

            Desde hace diez años, Lucho hace todas las mañanas las mismas cosas que aprendió de su padre y del padre de su padre y del padre de su padre de su padre. Y esto ocurre desde siempre, porque la historia nos ha enseñado que desde los orígenes la mujer es superior al hombre y por eso lo mantiene dominado.

            Lucho se casó con Yovanna el 23 de Julio de 1988, después de un breve romance, que en realidad si apenas se inició por el embarazo de Lucho, que no supo cuidarse, a pesar que ya por entonces había campañas de planificación familiar y contra el Sida. Pero en verdad, la culpa fue compartida, porque Yovanna, sabiendo que Lucho estaba en sus días fértiles, lo forzó a tener relaciones pidiéndole una “prueba de amor” y amenazándole con dejarlo si no accedía a sus “requerimientos amorosos”.

            El asunto es que la presión social, la injerencia de las familias y el cariño que de alguna manera se tenían, los llevó al matrimonio en medio de grandes celebraciones rituales: despedida de solteros, matrimonio civil, boda religiosa y “Luna de Miel”.

            Los primeros meses fueron de reconocimiento; al año siguiente, con el bebe ya en casa (casa alquilada al abuelo en Comas), aparecieron los primeros atisbos del problema, sin embargo nadie le dio la importancia debida. A los tres años Yovanna se encontraba algo consolidada en un trabajo que le consiguió su suegro y Lucho se había convertido en un eficiente amo de casa.

            Los verdaderos problemas empezaron en la primavera del quinto año. Ya había una larga historia de intercambios verbales y conatos de violencia y en medio de todo ello tres niños nacidos en el marasmo de una relación que se mantuvo tirante por mucho tiempo, debido a las sucesivas infidelidades y actitudes violentas de Yovanna y a los celos de Lucho, que unidos a su ingenuidad y a un descuido casi total de su apariencia física y de su condición intelectual dieron lugar al desprecio velado de Yovanna que empezó a fijar los ojos en hombres más jóvenes y de mayor belleza.       

            En el octavo año, Yovanna ya golpeaba a Lucho con regularidad, en las ocasiones más disímiles:  cuando éste le reclamaba por plata, cuando éste la celaba, cuando éste no atendía los gustos de ella o cuando surgían conflictos a causa de los niños, cuando Yovanna venía borracha o cuando Lucho no quería simplemente fornicar y le reclamaba amor. E incluso, una vez le pegó porque él le sugirió tener sexo recreativo, con poses y todo, y ella le contestó que, por qué le pedía esas cosas, que era un puto, un enfermo, un cualquiera, qué sabe dios con quien se estaba metiendo y se imaginó existir una mujer que le estaba enseñado esas cosas. Desde ese día los golpes fueron más contínuos y más fuertes y Yovanna empezó a mirar a Lucho con otros ojos, como alguien capaz de pagarle con la misma moneda y ponerle cuernos el día menos pensado, si es que no lo ha hecho ya.

            Por eso vino a visitarlo Pablo ayer, porque la noche anterior había recibido una de las mayores golpizas y él ya estaba harto. Pero no supo encontrar otro apoyo de su amigo que la consabida pregunta ¿qué habrás hecho pues? Pregunta que encierra una justificación a la violencia y denota un espíritu hembrista que acepta esa supuesta superioridad de la mujer sobre el hombre. Pablo solía ser un eficiente apaciguador de los males de Lucho, con su filosofía -común a muchos hombres- de la resignación y aceptación del mal como un hecho inevitable, que encubría estoicamente con un benevolente pedido de comprensión a la mujer por su condición de tal, aún ante situaciones tan extremas como la infidelidad o la propia violencia. La política de Pablo -y de muchos hombres- era la de los hechos consumados, la leche derramada sobre la cual no vale la pena llorar y únicamente tirar para adelante.

Y Lucho siempre le hizo caso porque, en su no tan singular argumentación justificatoria: ya se estaba poniendo viejo, tenía tres hijos que atender, “no sabía trabajar en nada” y no podía vivir sin la presencia de una mujer y por último que irían a decir los demás. En suma, para Lucho valía la pena sufrir, pues como consuelo final siempre pensaba, ya con los años se le pasará, la vejez la cambiará. Después de todo -añadía- me pudo haber tocado una peor mujer.     

            Y así se mantuvo este matrimonio, como una dictadura, como una organización vertical manejada a punta de “palo, puño y bofeta”. Para todos los vecinos eran la pareja más feliz, aunque en privado los chismosos se contasen escandalizados las incontables golpizas del pobre lucho que, por cierto preparaba muy rico el cebiche y el arroz con pollo y era el más trabajador en las actividades del barrio, polladas, anticuchadas, cuyadas, etc. Aunque no participaba del club de madres porque para Yovanna esa era cosa de pobres y ellos dizque eran de clase media.  

            Pero su historia no termina aquí, como si se tratase acerca de un cuentito de un pernito que no puede encajar en la tuerca y a punta de limarlo y forzarlo termina entrando para encajar permanentemente en ella y así tuerquita y pernito son felices. No, esta es historia de Humanos y aquí las limadas duelen.

            Por eso, la historia continúa treinta años después de la primera bofetada que Yovanna diera a Lucho.

Sofía, la hija de Lucho y Yovanna, también pega constantemente a su marido y el hijo de Lucho y Yovanna: Manuel, es maltratado por su mujer y el pobre, de vez en cuando se reúne con su amigo José para decirle: “A mí, mi mujer me pega”, y su amigo le responde: “¿Qué habrás hecho pues?”.

            Pero aquí no termina el cuento, porque El marido de Sofía, la abandonó por otra mujer, y Manuel se decidió, por presión de sus hijos, a denuciar a su esposa ante la Comisaría de Hombres, y ella acaba de ser citada a declarar ante el Juez de Familia.

             En fin, podría contar y contar y ser ésta una historia de nunca acabar, pero sólo he querido narrar la experiencia de familias como las de ustedes en las que ocurren problemas de este tipo muchas más veces de lo imaginado. Los hijos de Sofía y los hijos de Manuel fueron mis alumnos, por eso sé todo lo que pasó. Yo mismo he vivido en carne propia esa experiencia, y lo digo sin temor a la vergüenza, a mí me pegaba mi mujer, pero cuando se lo conté a un amigo él no me respondió con la eterna pregunta: ¿que habrás hecho pues?, sino con otra que me obligó a ponerme de pie y caminar: ¿Por qué no has hecho nada pues?... Y aquí me tienen dándoles esta charla y tratando de ser feliz por mi mismo. Finalmente el tema no es sólo acerca de la violencia, del amor, del matrimonio, o de la discriminación, es acerca de la humanidad y de aprender a valorar y tener un mínimo de respeto por el otro, sea hombre, mujer, niño, anciano u homosexual. Gracias a todos por venir... ¿alguna pregunta?











jueves, 30 de agosto de 2012

CONDON CELESTIAL


UNO

En el año del señor de mil novecientos treinta y siete, durante el gobierno del General Oscar R. Benavides, contrajeron matrimonio en esta Ciudad de los Reyes, Don Elvio Arnulfo Ponce y Sanginés y Doña María Esther de Castillejo y Márquez-Talledo, él de treintiún años y ella de veinticuatro, ambos integrantes de algunas de las mejores familias de Lima.

Luego de realizado el solemne acto se realizó una gran fiesta de esas que la ciudad comenta tres semanas seguidas, y al amanecer los felices cónyuges, entre parabienes y buenos augurios partieron al Callao, a embarcarse en el recién construido "Madre de Dios", con rumbo al departamento de Ica, donde buscarían pasar una inolvidable "Luna de miel" en las agradables y tan saludables aguas del oasis "La Huacachina", para luego pasar a la vecina hacienda "El Páramo", de propiedad de la familia de Elvio Arnulfo. "¿Para qué Europa? -dijo María- si lo que quiero es estar con mi marido y no ver ciudades y monumentos que ya conozco". Lo cual fue tomado por todos como una prueba de que había verdadero amor en la pareja (exceptio veritatis est).

Y esos días realmente fueron inolvidables porque no habiendo transcurrido ni una semana de la "sacrosanta liturgia del himeneo" y cuando aún quedaba en la memoria de la sociedad limeña el recuerdo de la gran fiesta matrimonial, la flamante esposa retornó a la capital, y ni bien puso pies en tierra, corrió a ver a su confesor y tío, para solicitarle que disponga con brevedad los trámites para la disolución del vínculo matrimonial, no sin antes dejarle saber casi todas las razones escandalosas de su infausta decisión.

Como era de esperarse, el viejo curita le negó toda posibilidad de obtener la nulidad del matrimonio, a pesar de los argumentos planteados y del poder que tenía tras suyo la infortunada esposa, pues, como ya hemos dicho, provenía de una de las mejores familias del país. Sin embargo, el cura le dejó saber que, para cerciorarse de lo dicho, podía acudir directamente al Arzobispado y oir las razones de boca del mismo Arzobispo.

Así, el asunto se llevó a mayores por la insistencia de la dama frustrada y, contra la opinión escandalizada de la familia de los cónyuges y venciendo su temor a la vergüenza pública, finalmente llegó a iniciarse un proceso de nulidad del vínculo matrimonial, realizado directamente y con la mayor reserva ante la curia arzobispal, aduciendo la demandante para tal efecto, no haberse producido la consumación del matrimonio por impedimento del varón demandado, pues según lo que se había informado Doña María, y lo que señalaban las normas civiles y canónicas, el matrimonio se consumaba con la unión carnal del hombre y la mujer en el tálamo nupcial o, para mencionarlo de un modo directo, la penetración del pene del marido dentro del conducto vaginal de la mujer; y para los efectos, la demandante juraba nunca haberse realizado tal penetración de las carnes de su marido en su vientre,  y que éste se encontraba, a pesar del daño hecho, aún inmaculado para las leyes de Dios y de los hombres.                 

Este argumento, por supuesto, fue negado por Don Elvio Arnulfo, quien, sobreponiéndose al bochorno inicial, y por patrocinio de un prestigioso abogado, señaló haber "cumplido con sus deberes de varón y haber entregado su natural con tanto amor como pasión a su esposa, la cual sólo intentaba engañar a la iglesia, por no se sabe qué fines ocultos".

Y es que, al respecto Doña María Esther tenía un argumento algo extraño, pero a su parecer, contundente, para demostrar la inexistencia de la consumación y más bien la afrenta sufrida: Su marido en realidad nunca había logrado tocar con sus carnes la cavidad vaginal (y hasta ese momento dizque virginal) de su esposa, pues había hecho uso de un artefacto anormal para la naturaleza que el supremo no había brindado; don Elvio había usado un simple y vulgar condón (pero de los gruesos y ásperos de antes, que se fabricaban en Inglaterra con latex de la India), que un amigo le trajo de Europa; lo cual colocaba una barrera, no prevista nunca antes ni por Dios ni por la Iglesia, para la consumación del matrimonio.

Como era de esperarse, el caso, del que ningún distinguido miembro de la sociedad limeña hablaba, pero que fue conocido burlonamente en círculos abogadiles, como el caso del "condón celestial", quedó archivado, a falta de leyes claras, y para evitar escándalos mayores que terminaran desprestigiando a la "gente decente" y a la Iglesia.

Y el matrimonio, al menos en el papel, se mantuvo; eso sí, cada uno durmiendo en cuartos separados, y el caso quedó en el aparente olvido. Hasta que algún Papa, gracias a éste y otros expedientes de penetraciones encapuchadas y frustradas consumaciones decidió modificar el Código Canónico para considerar tales efectos, pero negando a sus sacrosantas líneas esa palabra llanísima y enfadosa: condón, así como sus ingeniosos equivalentes: capucha, preservativo, profiláctico, jebe, poncho y tantos más. Diciendo las cosas de tal manera que no se dijera nada y al mismo tiempo se dijera todo.

Respecto a la historia, pasó que, como todo se llega a saber sobre la tierra y bajo el cielo en estos feudos de Dios, ésta se filtró entre la opinión pública (sin "prensa libre" por entonces), sobre todo entre esa gente a la que le gusta opinar de todo, hasta de lo que no sabe nada; y en torno a ella se tejieron un sinnúmero de cuentos que hacían burla de esta pareja tan singular. El cuento que más difusión obtuvo entre el populacho socarrón fue el del "pajarito de Don Elvio", que haciendo alusión a una supuesta limitación natural de Elvio Arnulfo hasta generó una tonadilla con la música de una canción muy popular de época. 

El pajarito de Don Elvio
vuelo no pudo emprender
porque se ahogó en la huacachina
de la tremenda María Esther 

Y resultó pues que, como ya lo intuía el pueblo, lo del condón no fue sino tan sólo una tinterillada. Lo que nunca se hizo público es que, en realidad Don Elvio Arnulfo Ponce y Sanginés jamás usó condón, lo que penetró en María, en medio de una noche sin luna, fue una prótesis colocada sobre el diminuto muñón que hacía las veces del pene de Don Elvio, el cual, dijo él, tuvo que ser cercenado después de haber contraído una rara enfermedad infecciosas en un burdel de la calle Guatica, enfermedad ésta de la que sólo después del matrimonio dejó saber a su mujer. Doña María Esther de Castillejo y Márquez-Talledo, al darse cuenta, o mejor dicho sentir el duro aparato, lo rechazó escandalizada, porque le resultaba antinatural, "una cosa del demonio", y porque finalmente (y lo más importante además), en el acto de penetración este aparatejo le producía un doloroso rozamiento que le ulceraba la vagina y le evitaba sentir ese placer que un anterior romance le había enseñado (placer que incluía las formas más imaginativas de apareamiento: felatio, cunilingus, sexo anal, y más de veinte posiciones, pero nunca objetos artificiales, bueno, al menos no reemplazando el pene). 

Y resultó que ambos, pero sobre todo María, coincidieron después de todo en que una relación tan anormal, sin pene y sin sexo, no valía la pena mantener.

Pero aparentaron, como Dios manda aparentaron. 

Años más tarde se supo a través de un breve obituario y una escueta nota de prensa, que Don Elvio, cuyos modales escandalosos y una rara afición por los muchachos era mal vista en la sociedad, falleció de una “penosa enfermedad”.

Seis meses después de quedar  viuda, Doña María Esther se decidió a contraer nuevas nupcias, esta vez sólo por matrimonio civil, con el hombre que desde hacía cinco años era su amante y su protegido, un caballero empobrecido por el juego y la bebida que antes y después la penetró hasta el cansancio, sobre la cama o fuera de ella, haciéndole conocer placeres impensados, para morir luego de transcurridos diez años, en una riña de borrachos, dejándole a María como todo legado una disminución considerable de su patrimonio, siete hijos mal comidos y a pesar de todo, el convencimiento que “el condón, el consolador y cualquier otro fetiche son cosa del demonio y que la mujer además de haber sido creada para dar placer y procrear, también está sobre la tierra para sentirlo sobre y bajo su piel, pero en forma natural”.

DOS

Una fría tarde del mes de agosto del año 1995, buscando un expediente en el Archivo Histórico del Arzobispado de Lima, María Esther Torres Sánchez, abogada, hija de un policía retirado y de una ama de casa que alguna vez fue maestra, recibió por error de numeración el paquete que contenía los recaudos del caso de Nulidad de Matrimonio de don Elvio  Arnulfo Ponce y Sanginés y Doña María Esther de Castillejo y Márquez-Talledo, o para decirlo en palabras fáciles, el caso del "Condón Celestial". Y en lugar de regresarlo, María Esther decidió echarle una mirada por pura curiosidad.

Grande fue su sorpresa al descubrir el contenido de lo que tenía entre manos. Hacía tiempo que estaba buscando un tema para su tesis de maestría en derechos humanos, que no sólo fuera interesante, sino que además resaltara el protagonismo de la mujer en nuestra sociedad, y creyó al fin tener ante sus ojos el tan ansiado tema.

Esto además porque, un mes atrás publicó en una revista feminista, un artículo titulado "La mujer y su derecho al placer", en el cual desarrollaba la tesis que una de las armas más poderosas de la mujer en su lucha por la igualdad y contra la discriminación de esta sociedad sexista, consistía en el reconocimiento de su cuerpo no únicamente como una máquina reproductora, sino además como una fuente de placer, libre para optar por una sexualidad sin prejuicios, temores y culpas.

Y en ese sentido, pasar de ente pasivo a ente activo en la relación sexual con el hombre, no sólo le daría una nueva visión del mundo a ella sino también al hombre, que tendría que aceptar finalmente que una mujer necesita ser atendida en todas sus necesidades, que van más allá de un estar dispuesta siempre para su pareja.

Contenta por el hallazgo que no buscó, María Esther, que no era muy creyente, consideró seriamente estar frente a un auténtico milagro o una gran coincidencia, "y que todavía se llame como yo la doña... es increíble", se dijo mientras miraba el expediente con fascinación.

Después de pagar por las fotocopias de los documentos más importantes (a los que apenas accedió por su exiguo capital),  y tomar tantas notas como le permitió el horario del archivo, María Esther salió a la calle contenta, iluminada por un torrente de adrenalina y creyendo tener un tesoro entre manos. Por supuesto, no le importó la particularidad del caso, ni lo poco que pudo obtener sobre su valor histórico o jurídico, o la escasa trascendencia que éste tuvo más allá de su época, lo único que veían sus ojos era que la dama que tenía su nombre encajaba perfectamente en su tesis reivindicacionista y por ello se dispuso a seguir adelante.

Una semana después tenía trazado un esquema, que convertía a Doña María Esther de Castillejo y Márquez-Talledo en una heroína que luchó por su derecho a ser escuchada y atendida en sus requerimientos, a pesar de los prejuicios y demás obstáculos de la época. Todo ello podía encajar sin duda como fuente en una tesis sobre los derechos humanos de la mujer, pero había un detalle que podría perjudicar la investigación o quizás terminaría en una coincidencia feliz más... Doña María Esther podría estar viva y quizás tuviera entonces ochenta y dos años aproximadamente.

Pero, la pregunta era ¿para qué buscarla?, y la respuesta fue ¿por qué no buscarla? pues, sí por último se encontraba viva, lo peor que podía ocurrir es que la viejita le cerrara la puerta en las narices a la combativa bachiller,

Pero no fue así, porque por más que hizo no dio con su paradero y se decidió a seguir con la investigación pues su tenacidad era sólo comparable con la mía. Para ello falseo algunos datos, enriqueció unos pocos, recorrió varias bibliotecas, especialmente de ONGs y movimientos feministas, consultó con especialistas: abogadas, psicólogas, historiadoras y curas.

Ocho meses después de iniciada la investigación María Esther ya la había sustentado y obtenido la maestría con una felicitación por lo novedoso del tema y el aporte de su trabajo al conocimiento y difusión de los derechos humanos, en particular respecto a los derechos de la mujer y... en fin, todo ese montón de retórica intrascendente de que están llenos los discursos y resoluciones de los catedráticos que, con un plumazo envían las investigaciones a los depósitos donde se las guarda bajo siete llaves y en donde, en la mayoría de los casos no terminan sirviendo para nada más que darle a su autor un título universitario y la posibilidad de adquirir un mejor status socio económico, o sirven también para que otro se la copie. Pero con la tesis de María Esther no fue así, porque al año siguiente en un evento cultural organizado por el Movimiento Feminista "Lucy Smith", se presentó al público la investigación, en una pulcra edición que incluía fotos de época y hasta las supuestas imágenes de la pareja en concurrido evento social en algún lugar de Lima.

En la presentación y en el libro se llegó a decir muchas más cosas de las que contaba el expediente e incluso se engrandeció artificiosamente la figura de doña María Esther, de quien se dijo fue una mujer de mundo que animó las tertulias limeñas de mediados de siglo y viajó mucho, luchando en forma anónima por los derechos de las minorías y los sectores discriminados, muriendo en 1979 en París.

Tres artículos más y algunos comentarios en diarios y revistas cerraron el círculo en torno a esta obra de carácter "científico" que brindó a María Esther un puesto de asesora legal en la Defensoría de la Mujer ubicada en la Comisaría de Mujeres de Lima, a espaldas del Palacio de Justicia.

Y estando allí, ya firmemente instalada, un día le llegó una demanda judicial por una querella que se le había entablado por supuesta difamación. Ella pensó, "seguramente es alguno de esos maridos que por venganza se la agarran con la abogada", pero enorme, realmente inmensa fue su sorpresa al leer el nombre de la demandante: María Esther de Castillejo y Márquez-Talledo.

Al día siguiente, por extraña coincidencia, toda la prensa amarilla trataba el caso, y los que no se dicen amarillos, le daban su toque anaranjado en páginas interiores. Titulares como: "Abuelita que inauguró condón se queja por difamación"; "Abuela pituca demanda abogada por libro que le tira barro" o, "Abuelita demanda feminista por sacarle trapitos al sol", levantaron la noticia y llevaron el asunto a los niveles más bajos, generando un tremendo festín para los medios, que vieron en el tema una de esas tantas minitas de oro que se le presentan o que inventa el seudo periodismo, amarillista, prostituido y envilecido al máximo. En este trance, las feministas, que se sintieron aludidas por el maltrato a su compañera, pretendieron también sacar su tajada promocional.

Bajo tales circunstancias, y estando en mi trabajo como redactor de noticias y periodista de investigación del noticiero "Buenos Días a Todos" de Americana Televisión, un día cualquiera que trajinando por los pasillos del canal, me dirigía al ascensor, me abordó un señor que me preguntó por el Director o el Productor del noticiero, diciéndome que tenía una gran historia. Yo, con esa intuición de periodista le dije que era el asistente del productor, que ninguno de los que él buscaba se encontraba en ese momento allí y que, si deseaba podía contarme la historia que yo le diría si podría divulgarse en cámaras o no.

Y me dijo que era abogado y que él, allá por la década del treinta fue practicante del Estudio del Dr. Echecopar padre, que fue precisamente el que se encargó de la defensa de don Elvio Arnulfo Ponce y Sanginés, consiguiendo archivar el proceso. El Dr. Enrique Verástegui, que así decía y gustaba llamarse el tipo que me abordó, empezó entonces a contarme una historia alucinante, una tragicomedia con ribetes sexuales, que es precisamente la que he narrado en la primera parte, y dijo además estar dispuesto a declararlo todo en cámaras, sin duda buscando algo más que la verdad, no la que estaba en el expediente, sino "la verdad".

Yo le dije entonces que me dejara su teléfono para llamarlo en cuanto le comunicase lo dicho al productor y al director del programa... Eso fue ayer y les juro que hasta este momento no me animo a contárselo a mi jefe, porque por alguna maldita coincidencia resulta que esa vieja del condón vendría a ser mi abuela y yo, Manuel Panizo Marquez-Talledo soy nieto de María Esther de Castillejo y Márquez-Talledo. Y mi duda además es porque, al final de cuentas ésta podría ser una pendejada más de la prensa amarilla que le gusta inventar historias o a lo mejor es cosa de Montesinos y sus "cortinas de humo"... No sé, pero si es verdad el programa se está perdiendo una gran primicia, porque el tipo derepente se va a la competencia y nos jodimos (y me jodo también porque si en el canal se enteran me despiden).      
                       
Lo cierto es que hoy, después de haber investigado un poco, para desahogarme del fastidio que me provoca tanta basura, acabo de escribir esta historia que no espero se publique porque quién sabe no sea verdad, aunque en esta profesión la verdad no importe realmente mucho, sólo cuenta que, quien lo lea, escuche o vea esté dispuesto a creerte y a pagar por ello (y por último no importa que no te crean si terminan pagando tu producto)... Por otro lado, lo pueden tomar por literatura, y dejar de ser una vulgar mentira, para convertirse en una elegante mentira. (Un profe en la U. de Lima nos decía que no importa lo que vendas, si lo envuelves en un bonito envase la gente siempre querrá comprarlo).   


Ahora, estoy en mi cuarto, con el recuerdo de mi madre muerta y mi padre en Argentina... esta noche voy a leer un cuento de Borges para dormirme más rápido...

TRES

Hoy me levante con ganas de mandar todo a la mierda... Anoche después de arrojar a Borges al tacho prendí la TV y me puse a ver a Bayly conversando con Coco Marusix y pensé: qué tienen estos cojudos (o debo decir cojudas) que no tenga yo. ¿Por qué un tipo como yo que trabaja en la televisión, que ha estudiado en la Universidad de Lima, que estuvo en San Marcos y en la San Martín; que es bien "patero", que lee como cancha y que escribe regular, no puede ser famoso también?, y en medio de la noche se prendió un foquito dentro de mi cerebro que me dijo: lánzate compadre, es tu oportunidad.

Y he decidido poner en movimiento un plan que me va a dar notoriedad y que incluso me va a permitir publicar un libro.  Entonces llamo a Percy, el productor del programa y me pongo de acuerdo.

-        Aló, ¿Percy Delgado por favor?
-        No se encuentra señor, ¿algún encargo?

-        No gra... bueno, le dice por favor que llamó Manuel Panizo, gracias... lo voy a llamar a su celular............................, ¡Alo!, ¿Percy Delgado?... que tal cómo estás... te habla Manuel Panizo... Percy, necesito hablar urgente contigo, se trata de una primicia... sí, un tipo que me ha contactado... cuando te puedo ver... sí, está bien... a las diez, ya, nos vemos, chau.

Mientras me cambio para acudir a la cita me conecto a la "caja boba" y a pesar que tengo "cable", me pongo a mirar el noticiero del cuatro -que es más divertido- y de pronto están allí, en plena entrevista con la flaca cucufata, el abogado de mi supuesta abuela y la feminista demandada... no importa -me digo- yo tengo la carta bajo la manga, que ellos levanten la noticia que yo le daré la última estocada.

Y cuando estoy por salir, de pronto una llamada, corro a contestar pensando que es Percy quien, como es su costumbre, va a cambiar en el último momento la hora de la cita concertada. Pero no, es mi tía Magda, la que vive en La Molina, que me pregunta con voz alterada: Manuelito ¿Has visto lo que pasaron en el canal cuatro?... ¿Qué cosa tía?... Hijito, un pleito que está embarrando a nuestra familia... Sí tía ya estoy enterado... ¡Manuelito es urgente que vengas, tenemos que hacer algo contra esta situación vergonzante!... ahora no puedo tía, en la tarde voy por tu casa.

Llego diez para la diez al canal y la secretaria me dice que José, el director, quiere verme urgente. Y ni bien voy entrando a la oficina de mi jefe, una retahíla de insultos, todos subidos de tono, me reciben:

-         ¡Oye huevón de mierda quién chucha te da derecho a guardarte una noticia, acabas de jodernos porque el tipo que vino ayer y habló contigo me acaba de llamar para burlarse en mi cara y decirme que somos unos ineficientes porque no hemos sabido aprovechar una primicia y que esta noche lo va a recibir Hildebrandt.... ¿Sabes qué compadre? no sirves para este negocio, así que coge tus cosas y lárgate, yo voy a conversar con Percy para que te pague lo que te debe, por favor retírate!
-           José, pero déjame explicarte...
-           ¡Qué mierda vas a decir si ya la cagaste!
-           Es que esa vieja del condón es mi abuelita...
-           (           )
-           Y me demoré porque pensaba reunir más información con mi familia y entrevistar a ese doctor Enrique Verástegui, pero no para Buenos Días sino para Panorama..
-           ¿Entrevistarlo tú mismo?
-           Ese sería el trato y un puesto como reportero.
-           Oye, ¿tú estás cojudo?
-           Bueno José pierdes una noticia pero ganas un reportaje.

-           Y qué tengo que ver yo con Panorama, yo quería esa noticia para Buenos Días.
-          Para Buenos días te puedo conseguir a la familia, incluso a mi abuelita, ¿Qué dices?
-           ¿Ya hablaste con Percy?
-           No, pero si quieres se los puedes decir tú.
-           (           )
-           Qué me dices
-           No sé, bueno, déjame hablar con Percy, yo no te prometo nada.
-           Entonces ¿me llamas a mi casa?
-           No, este... ¿no tienes trabajo que hacer?
-           Sí, pero tu me acabas de botar.
-         Bueno Manuel, tú no me habías dicho nada y por eso estaba un poco ofuscado, además tú sabes cómo es este negocio... por qué no ayudas a Susana en voltear esa noticia del Congreso mientras yo llamo a Percy, ¿Sí?
-           Esta bien José.
-           Manuel...
-           ¿Ah?
-           nada, nada, anda nomás...

A las diez y media de la mañana José me hace llamar a su oficina donde también se encuentra Percy y me dan la buena noticia de aceptar mi propuesta, con un abono especial si todo sale bien y se producen por lo menos tres reportajes con buen raiting.                                                                 

Estoy tan entusiasmado que de pronto se me han levantado las plumas como un pavo real y no hago otra cosa que pasear por el estudio mirando las cámaras, el telepronter y la escenografía, hasta que me despierto y me doy cuenta que tengo que trabajar duro investigando y la primera cosa que se me ocurre es pedir permiso e ir corriendo a casa de mi tía para informarme un poco más sobre el asunto. Pero al llegar donde ella me doy con la sorpresa que mi abuela en realidad está muerta y bien enterrada en "El Angel" y que si bien la historia es, en términos generales cierta, todo lo demás de la demanda y lo que se dijo en la entrevista es mentira de algún abogado inescrupuloso o de algún periódico amarillo. "O estoy por creer -añade mi tía- que esa misma señorita se ha autodemandado para elevar las ventas de su libro".

Yo le digo a mi tía que todo es posible en estos tiempos en Lima, y con las huellas del desaliento que me ha dejado su confesión le pido un poco más de información acerca de su madre. Antes que se lo vuelva a repetir corre a su cuarto a traer un viejo álbum de fotos y una caja con algunos papeles corroídos por la polilla y las cucarachas. De entre las fotos le pido dos en las que aparece mi abuela con su primer esposo y le pido además la partida del segundo matrimonio de la madre de mi madre, y con ese botín y la promesa de su pronta devolución, salgo de la casa, no sin antes haber comido el rico locro con bistec que prepara todos los jueves mi tía Magda, una vieja "pituca" venida a menos de las que hoy abundan en mi ciudad. "Hijo -me dice antes de irme- espero que te encargues de desmentir toda esa patraña que está embarrando el buen nombre de nuestra familia, porque yo sé que eres un buen periodista... ¿no?. 

En el camino de regreso al canal la confusión me ha dominado y mil preguntas revuelan en mi cabeza: ¿Qué hacer? y un saludo de pronto me vuelve a la realidad, es Saúl, un condiscípulo de la universidad que trabaja como asistente de producción del programa de Mónica Chang, uno de esos bodrios que algunos llaman talk show y otros reality show (y que mi jefe, poco ingenioso, llama: "vómity shongo"). En ese momento su presencia me resulta intrascendente, hasta fastidiosa, porque no me deja pensar; pero de pronto sus palabras, que se cuelan en mi mente durante los vacíos en que me alejo de la preocupación, comienzan a despertarme un interés súbito por una idea que viene a mí como tabla de salvación, aunque en ese momento me resulta difícil terminar aceptándola.

Resulta que Saúl es de esos patas que contactan "jaladores de puntas" para los talk shows; esto es, tipos que por encargo de Saúl, se encargan de contratar con cincuenta, cien o más soles, según sea el caso, a hombres, mujeres, niños, ancianos, o cualquier otro individuo que sea necesario para armar el programa, tanto en calidad de público como en calidad de invitados. Y esa idea empieza a interesarme... Después de haberlo pensado un par de cuadras le pido a mi amigo que nos bajemos en la esquina de Petit Thouars para tomar un café y conversar sobre un negocito, a lo cual, Saúl, acostumbrado ya a estos tratos furtivos, accede sonriente.

Es sábado y a primera hora he corrido al canal para entregarle un video tape a Percy quien, después de ver mi material en compañía de Mauricio, el productor de Panorama, llama para felicitarme y decirme que me encargue de los siguientes dos reportajes, esta vez con la abogada María Esther y con el Dr. Verástegui. Añadiendo que no me preocupe por los gastos y que pase a su oficina a recoger un cheque por lo que le había pedido como adelanto. Y yo sonrío feliz porque siento que al fin mi carrera empieza a despegar. Entonces me acuerdo de mi familia que ya no está, de mi pobre tía Magda y de mi buen nombre, y lanzándome una frase de engañoso consuelo al tiempo que transfiguro mi sonrisa en una gran mueca de cinismo, me digo sin mucha convicción: total, ya comprenderá.. y si no.. qué más da, primero es lo primero.



1995