En medio de la tormenta el
solitario observador, que otea su visión finita desde una cumbre andina, ha
recibido el fuego de los cielos, y con la prueba de la ofrenda corre a mostrarla
a su pueblo, pero la lluvia apaga la llama y sale el sol para quemarle la
espalda.
Se oscurece el río colmado de barro y la semilla rompe para prolongar
la vida.
El ave anuncia la noche y el
viento trae la nube y la nube trae más lluvia y el hombre que lo observa todo,
en un encuentro maravilloso, el primero, el que redescubre la naturaleza para
él, descifra el enigma, aprende el lenguaje, creyéndose elegido para ser
portador del magnífico portento y dirigir la existencia de los otros hombres,
que sólo temen y deambulan aún guiados por el instinto.
Entonces el observador se
presenta un día con su sabiduría y pide atención a su magia, despliega su arte
y obtiene veneración y entrega.
Y el maravilloso encuentro
entre hombre y naturaleza se instrumentaliza para dominar.
Ese día, reunidos en torno al
fuego traído por el observador, él contará historias de como los dioses le han
trasmitido la verdad y cómo deben seguirlo para no provocar su ira. Y a partir
de ese día el mirará desde arriba y el resto habrá de ser sólo el resto que se
quedó sin observar.
* Del libro de cuentos: ENCUENTROS
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