jueves, 7 de enero de 2021

UN OBSEQUIO DE NAVIDAD

Ocurrió dos días antes de Navidad. A un anciano, que estaba durmiendo, se le presentó La Muerte y tocando su hombro le dijo:

-    Anciano, vengo a llevarte.

El viejo hombre, sin apenas inmutarse, le contestó:

-    Te esperaba ayer muerte, por qué tardaste en llegar.

La Muerte, venciendo su desconcierto preguntó al anciano:

-    ¿Cómo sabes que estoy retrasada?

-    Es que anteayer vino un ángel y me contó que tú vendrías.

-    ¿Y qué más te contó ese ángel? – Preguntó La Muerte, fingiendo desinterés.

-    Que, a partir de mañana yo estaría haciendo tu trabajo, porque tú ya no lo estás haciendo bien.

-    No te creo, solo estás tratando de evitar tu deceso.

-    Entonces quítame la vida y probemos – Dijo el viejo, provocando a la esquelética figura, con inexplicable temeridad.

-    Por supuesto que lo haré, debo cumplir mi tarea.

-    Y mientras lo haces, considera que una vez muerto me pondré tu capa, tomaré tu guadaña, y pasaré a servir a tu amo, Abadón, señor de las tinieblas. Tú sabes lo que pasará contigo después de ello.

-    ¿Y por qué me cuentas esto? – inquirió La Muerte con voz preocupada.

-    Pues no debí, pero no puedo mentir en esta hora final. Además, estoy muy ansioso por ocupar tu puesto, estoy seguro que será un buen regalo de Navidad para la humanidad, que en un día tan especial pueda eliminar a mucha gente mala, y seguir tu tarea con dedicación.

La oscuridad rodeó a la Parca y luego de cavilar unos segundos en las sombras, sin mediar palabra, se esfumó, dejando un aroma a miedo, mientras por la ventana se colaban las primeras luces del alba.

El anciano despertó en la cama del hospital con el gesto adusto, rodeado de enfermeras, doctores y aparatos conectados a su cuerpo. Parecía no darse cuenta de lo que acababa de ocurrir.

Al ver que su mirada buscaba respuestas, uno de los doctores tomo su mano y le hizo saber de la buena noticia. El viejo, recobrando la postura agradeció a los presentes por haberle salvado la vida, ensayando una impostada sonrisa.   

-    No me agradezca a mi señor, sino a la persona que inventó este maravilloso aparato resucitador. Gracias a la tecnología, poco a poco vamos venciendo a La Muerte.

-    Es verdad doctor, es verdad.

El sol apenas se insinuaba en la sala de UCI, pero afuera, en la sala de espera, alumbraba con fuerza, despertando a los dos hijos, que a esa hora recibían la feliz noticia de la milagrosa recuperación de su padre. Aunque debían esperar unos días más para tenerlo en casa, probablemente para recibir el nuevo año.  

Esa Navidad tuvo el sabor del triunfo sobre la enfermedad para los familiares, pero también la sensación de temor ante lo cerca que estuvo la muerte. Habría que reflexionar esa noche sobre las maldades cometidas, porque Papá Noel llega para premiar a los chicos buenos, pero para los malos, está reservada la Parca.

Aquella Noche Buena de un año excepcional, por ser un año de mierda; mientras en casa bebían el champán y en la ciudad celebraban con mesura el nacimiento del niño, lanzando al aire algunos fuegos artificiales que la lluvia pronto apagó, el viejo esperaba con ansias, envuelto en la oscuridad de su cuarto del hospital, a que regrese La Muerte, para canjear su suerte, y poder de ese modo renovar su fe en la bondad divina, con la gracia que se le habría de conceder para purificar su alma, saliendo a buscar a la gente mala, para ponerle fin a sus miserables vidas.

Algo que sin duda no supo hacer bien cuando fue policía, porque la debilidad de la carne y su frágil moral, hicieron a un lado esa vocación de servicio que en su juventud lo llevó a vestir el uniforme que su padre y su abuelo portaron con honor. Y los años de vejez entregado a leer los evangelios y acudir a misa no fueron suficientes para liberarlo de la culpa de no haber servido bien a la patria y al señor. 

Ni siquiera las navidades y la epifanía del 6 de enero, en las que se mostraba obsequioso y muy religioso, en la parroquia del barrio, llenaron su corazón, cada vez más ofuscado por las pesadillas que atrapaban su sueño, donde demonios y ángeles luchaban por llevarse su alma.

Tal vez, portando la guadaña y la licencia divina para actuar como verdugo, podría recuperar la dignidad que perdió hace varias décadas. Tal vez poniendo en su lugar la balanza de la justicia, obtendría para él un propósito sempiterno. Como lo tienen los reyes, como lo tiene Papá Noel, como lo tiene el niño Jesús.        

Así que esperó toda la noche la visita de quien antes se alejó, para convencerlo de ocupar su lugar y desempeñar su macabra tarea. Y en ese trance, se sintió atrapado nuevamente por el espíritu de las fiestas, y se preguntó una y otra vez, mientras alcanzaba el sueño más profundo:

¿No sería acaso ese un buen regalo para la humanidad?    



  

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